Sin importar la edad que tengamos o que seamos adultos independientes, la opinión, validación y aprobación de nuestros padres, puede influir demasiado en nuestra toma de desiciones. Esto debido a la necesidad de aceptación, amor y sentido de pertenencia que tenemos.
Tratar de complacer a nuestros padres para obtener ese sentimiento de amor y seguridad, nos exige tener que estar a la altura de lo que se espera de nosotros y en ciertos casos, reprimir lo que realmente queremos. Con el paso del tiempo, esto se vuelve sumamente pesado y asfixiante.
Considero que un aspecto fundamental de madurar, es optar por lo sano y hacer las paces con la realidad de que en la vida vamos a decepcionar algunas de las expectativas de nuestros padres, que no vamos a cumplir con todo lo que ellos esperan, y que para evitar culparlos, resentirnos y enojarnos con nosotros mismos, debemos apostar por lo que genuinamente nos hace felices. Cuando omitimos nuestros deseos, solo se producen tensiones, creando un ambiente hostil dentro de la dinámica familiar.
Hay que reconocer que muchas expectativas y exigencias de nuestros padres no vienen de un afán de complicarnos la existencia o molestarnos. En algunas ocaciones, simplemente son deseos bienintencionados o proyecciones que ellos tienen hacia nosotros, los cuales no se alinean con lo que genuinamente queremos y anhelamos en nuestras vidas. Lo óptimo es reconocer que así como hay consejos de nuestros padres de gran valor, puede haber otros que no tengan mucho sentido debido a que hoy en día sus prejuicios están "caducados"- (las mujeres deben casarse a cierta edad, los hombres tienen que elegir ciertas carreras profesionales, etc.).
Por otro lado, tenemos que ser asertivos al referirnos sobre nuestros anhelos, ya que estos pueden no ser enteramente genuinos. ¿Realmente eso que quieres te hace feliz, o solo te interesa porque te lo niegan? Nuestra libertad de elegir conlleva el uso de nuestro criterio, y no solo querer llamar la atención o hacer intentos de rebelión. Es por eso que mencioné que parte de madurar es ir por lo que verdaderamente se alinea con nuestra felicidad y elegir lo que de corazón deseamos, a pesar de que tal vez no vaya a ser aprobado por nuestros padres.
Personalmente, por muchos años dejaba que mis constantes pensamientos de "¿mis padres lo aprobarán?" frenaran muchas decisiones de mi vida. Por ejemplo, hace unos años comencé a apasionarme por la astrología y decidí estudiar la carrera. Por semanas sentí que cuando mi familia se enterara les iba a molestar (la Iglesia menciona que la astrología va en contra de la moral). Para mi sorpresa, al comentarles sobre mi nueva pasión, no me reclamaron ni se contrapusieron. Toda la preocupación por el rechazo estaba en mi cabeza y en mi programación de buscar complacer y pertenecer. Me di cuenta que no podía seguir permitiendo que este miedo sin sentido saboteara muchos de mis sueños.
No soy padre, pero estoy seguro de que la mayoría hace lo mejor que puede con el conocimiento y las experiencias que tiene. Eso es algo que como hijos debemos apreciar. Al verlo de esta manera, creo que es vital no exigirles un cambio de perspectiva (así como queremos que se respete la nuestra, hay que respetar la suya). Solo recuerda no rechazarte por querer satisfacerlos; ya que nadie va a cumplir tus sueños, nadie va a aprender tus lecciones y nadie va a vivir tu vida más que tú.
Care about what other people think and you will always be their prisoner. — Lao Tzu
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